Todos, en algún momento de nuestra vida, nos hemos preguntado cómo librarnos de la ira. La respuesta es clara: no podemos deshacernos de la ira, no podemos aplastarla. Pero sí podemos impedir que nos domine y nos esclavice. La ira -o rabia, o cólera- no es un instinto caprichoso. Proviene de la experiencia del daño sufrido, real o imaginado, consciente o inconsciente. La ira no puede negarse ni aplastarse. Hay que aceptarla y hablar con ella, porque ella nos llevará a nuestra verdad.

Cómo librarnos de la ira
Debemos ser conscientes de nuestra ira y aprender a convivir con ella. La ira puede incluso tener vertientes positivas y de crecimiento, pues puede afirmarnos en nuestra fortaleza ante las personas que abusan de nosotros. La ira o rabia puede valer también para revolvernos contra nuestro propio victimismo y autocompasión, liberándonos así de nosotros mismos y de nuestro propio descuido.
Dejar hablar a la ira nos llevará a entender el daño que sufrimos por nuestra intensa necesidad de ser queridos, nos hará conscientes de nuestra debilidad humana y también de la de los agresores, y nos permitirá así querernos y cuidarnos a nosotros mismos.